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YO TUVE UN HERMANO, CORTÁZAR Y EL CHE

Yo tuve un hermano que iba por los montes mientras yo dormía. Lo quise a mi modo, le tomé su voz libre como el agua, caminé de a ratos cerca de su sombra. …pero no importaba, mi hermano despierto mientras yo dormía, mi hermano mostrándome detrás de la noche su estrella elegida. Ya nos escribiremos. Abraza mucho a Adelaida. Hasta siempre,


Julio


Estos versos, tan conocidos y celebrados, son de Julio Cortázar. Han ido de mano en mano y de boca en boca desde 1967. Desde la muerte del Che. “Esto es lo que me sale en estos momentos”, dice Cortázar en su carta, y continúa:"la verdad es que la escritura, hoy y frente a esto, me parece la más banal de las artes, una especie de refugio, de disimulo casi, la sustitución de lo insustituible".


Estos versos fueron lo primero que vino a mi mente cuando me enteré por la prensa de la muerte de mi amigo Arturo Muñoz Castellanos, pensando que él también merecía un poema. Pero no es fácil ser Julio Cortázar. Y yo, tener un libro suyo entre mis manos, ha sido lo más cerca que he estado de Cortázar.


A lo más que me atreví fue a publicar en el periódico Hoy Digital de Extremadura un artículo sobre Arturo, desde luego sin hacer caso a Horacio Quiroga cuando aconsejaba de manera clara: No escribas bajo el imperio de la emoción. Déjala morir y evócala luego. Aunque Horacio Quiroga puede que no pensara en aquellas emociones que tardan en apagarse. Ya que el artículo fue escrito ¡casi diez años después!


Esta es la historia de un chico que, con veinticinco años, llevando un cargamento de plasma sanguíneo y medicamentos a un hospital bosnio-musulmán fue herido de muerte en las calles de Mostar, "mientras yo dormía, mi hermano despierto, mostrándome, detrás de la noche, su estrella elegida".


El artículo fue escrito en aquellas calles. Y era más o menos así. ¡Ah!, se titulaba Su corazón Vivo.

"Hoy he entrado por el barrio de Donja Mahala, subiendo por Gojka Vukovica. Ya no conozco estas calles donde cayó. Tenía los brazos extendidos, como dos alas.


El 11 de mayo de 1993 se consigue autorización para transportar al hospital musulmán de Mostar un cargamento de plasma sanguíneo y medicamentos y, también, para trasladar a través de la línea de confrontación una serie de civiles no combatientes. Y allá que se fue Arturo. El río Neretva, con su eterno color esmeralda, esperaba paciente, como siempre hizo a lo largo de los siglos, viendo pasar al imperio otomano, al imperio austrohúngaro o a la victoria partisana tras la II guerra mundial.

El convoy que mandaba Arturo consiguió alcanzar el Hospital musulmán, descargar el material en su destino y recoger a un civil herido, todo ello con intensísimo fuego de morteros y fusilería.


El aire se llenó de polvo y arena. Cuando ya empezaban a salir de Donja Mahala, vio a otro civil también herido. “¡Arturo, no podemos recoger a todo el mundo! ¡Vámonos de aquí!”. “A todos los que les podamos ayudar, les ayudaremos”. Así que se decidió a recogerlo.


Como con el vehículo no podía acceder por las barricadas, la destrucción y las trincheras, tuvo que hacerlo a pie. Y lo hizo. Dejó los vehículos a cubierto y se fue por el civil. El fuego continuaba siendo muy intenso.

Cuando regresaba a los vehículos, una de las muchas granadas de mortero que les cayeron durante el trayecto lo alcanzaba.

Aquí. Aquí. Éste es el sitio exacto donde fue herido. Aquí.


Partió con vida para España y cuando lo llevaron al Hospital Gómez Ulla empezó a repartir un corazón, dos pulmones, dos riñones, un hígado, a todo aquel que pudiera hacerle falta.


Como era de prever su corazón sigue vivo. Ahora me fijo mucho en la gente con la que me cruzo, porque sé que debe distinguirse a la primera cuando alguien lleva dentro el corazón de un valiente".

Así terminaba el artículo.

Siempre que tengo oportunidad recuerdo su historia, aunque sé que, como dice Hölderlin en su poema Recuerdo, "lo que permanece lo fundan los poetas”.


Por eso, creo que por más que la prosa se escriba sobre mármol, sólo los versos durarán. Y pienso que Hölderlin tenía razón y sólo el poema es eterno, pero ése es un don que los dioses entregan a muy pocos; aunque Platón expulsara de su República a los poetas; (tal vez "merecidamente", porque acostumbran a ser poco tolerantes con el poder, que suele tenerlos como compañeros incómodos; y que, como demostró Pessoa, "no son más que fingidores"). Posiblemente por esto último, los versos de Cortázar siempre van acompañados de la carta que le envió a Roberto Fernández: "Y para ti también es esto, lo único que fui capaz de hacer en esas primeras horas, esto que nació como un poema..."


Yo tuve un hermano que iba por los montes mientras yo dormía. Lo quise a mi modo, le tomé su voz libre como el agua, caminé de a ratos cerca de su sombra. …pero no importaba, mi hermano despierto mientras yo dormía, mi hermano mostrándome detrás de la noche su estrella elegida. Ya nos escribiremos. Abraza mucho a Adelaida. Hasta siempre,

Julio



Y yo añadiría un fuerte abrazo para Tití.


Las fotografías de Mostar que aparecen en el artículo fueron tomadas en marzo de 1994, por integrantes de la Sección de Suministro del primer Escalón Avanzado Logístico (EALOG I) que servían para Naciones Unidas en Bosnia., a los que yo agradezco su amistad.


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