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LA CASA DE LA CALLE VELINTONIA, VICENTE ALEIXANDRE

  • norbertoruizlima
  • 10 sept 2020
  • 4 Min. de lectura

POEMAS DE LA CONSUMACIÓN, ALEIXANDRE HACIA LA MUERTE

Si yo tuviera dinero, pero dinero de verdad…

Si yo tuviera dinero; pero dinero de verdad, como tienen esos a quien despreciaba Auden, y al que yo, aunque sólo sea por el hecho de no tenerlo, me sumo, compraría una casa que hay en la calle Velintonia, número 3, de Madrid. Con Auden aprendí ciertas actitudes, prejuicios si se quiere, que jamás abandonaría: que el saber es algo que se busca por su propio valor; un interés por la medicina y la enfermedad, y por la teología; la convicción (aunque no recuerdo haber creído jamás en nada sobrenatural) de que la vida está regida por fuerzas misteriosas; un rechazo hacia los extraños y hacia las pandillas; y un desprecio por los hombres de negocios y por todos aquellos que trabajan en busca de beneficios y no por un salario.

Sí, yo también desprecio a los hombres de negocios y a todos aquellos que trabajan en busca de beneficios y no por un salario; al fin y al cabo, yo siempre he cobrado mi soldada y se me ha pagado con sal las veces que no había otro tipo de emolumentos.

Si yo tuviera dinero, compraría esa casa de la calle Velintonia, el número 3, que me he hecho adorador de la Trinidad. Compraría esa casa que todos aquellos poseedores de dinero, dinero de verdad, incluidas instituciones, han olvidado.

La verdad es que no tiene mayor importancia, porque esa casa es el lugar donde más y mejor se habló de poesía durante todo el siglo XX en España.

No tiene mayor importancia porque sólo fue la casa (durante más de cincuenta años) del poeta que más lejos llegó en su trato con la palabra, que por esas cosas del destino fue Premio Nobel de Literatura en 1977.

No tiene mayor importancia porque sólo es la casa por donde han pasado todos los poetas españoles e hispanoamericanos que escribieron sublimes versos en el pasado siglo; gente de tan mal vivir como Neruda, Miguel Hernández y su cesto de naranjas, Lorca, Alberti, Dámaso y toda la Generación del 27, Carlos Bousoño, Claudio Rodríguez, Octavio Paz, José Ángel Valente, Hierro…, todos han hablado o han escrito sobre poesía en esa casa.

Pero no tiene importancia; aunque si yo tuviera dinero, pero dinero de verdad, como esos que lo tienen, incluidas las instituciones, compraría la casa de la calle Velintonia número 3. Hoy me he levantado batallador. ¡Qué le vamos a hacer!

Esta mañana me dio por pensar en el paso del tiempo, los años, la muerte (temas muy recurrentes en poesía desde que los dioses alentaron con sus suspiros divinos a los primeros poetas, mi gran Manrique y mi adorado Garcilaso, entre ellos); y para ese camino no hay nada como los Poemas de la Consumación de Vicente Aleixandre; y ya que iba a hablar de él, pues se me calentó la boca y me di un paseo esta mañana por la calle Velintonia.

Si yo tuviera dinero…

¿Son los años su peso o son su historia? Lo que más cuesta es irse despacio, aún con amor; sonriendo. Y dicen: “joven; ah, cuán joven estás…” ¿Estás, no ser? La lengua es justa. Pero los años echan algo así como una turbia claridad redonda.

Así van pasando los años para el poeta. Aleixandre escribe estos versos cuando los años se le han echado encima, ya casi rondaba los ochenta, buena edad para escribir, y su relación con la vida empieza a dorarse de una turbia claridad redonda. No sé si son los años o son su historia pero yo estoy joven. ¿Estoy o soy? La lengua es justa.

El poeta advierte rápido los que hace el tiempo en la vejez y lo asume como la mentira final:

La decadencia añade verdad, pero no halaga. Ah, la vicisitud no se cancelará, pues todo es tiempo. Todo es tiempo, pues no es el viejo la máscara sino otra desnudez impúdica; más allá de la piel se está asomando, sin dignidad. Desorden: no es un rostro el que vemos.

Cuando ancianos nos miremos en el espejo, hemos de pensar que no es un rostro lo que vemos, que lo que asoma es también el pasado y que lo vivido es lo cierto, lo real; aunque en el reflejo del espejo veamos la mentira final. La ya no vida.

Es por eso que el poeta sabe que: No es tu final como una copa vana Arroja el casco y muere. por eso, lentamente levantas en tu mano un brillo o una mención, y arden tus dedos,

Está y no estuvo, pero estuvo y calla. el frío quema y en tus ojos nace tu memoria. (Mírate al espejo y verás en tus ojos tu memoria, no tus recuerdos, sino tu memoria, que esa es sólo tuya, y los recuerdos, sin duda, están más llenos de impurezas. No olvides que para eso están los espejos, para que veas tus ojos y en ellos tu memoria). Con dignidad murió. Su sombra cruza.

Así hablan los poetas acerca del tiempo del tiempo y de la muerte.

Si yo tuviera dinero, compraría esa casa en la calle Velintonia, el lugar donde más, y mejor se ha hablado de poesía en el siglo pasado. Y está abandonada, derruida y en venta…

He visitado muchas casas de poetas por Europa, América, Asia y África. En ninguna se hizo una poesía más grande que en ésta. (Por eso, ¡Yo os maldigo!) Casa Museo del poeta Vicente Aleixandre, ¡Ya!

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