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NORMANDÍA, VERLAINE, RIMBAUD, PATRICK LEIGH FERMOR, HORACIO, CÉSAR, OVIDIO Y LA GUERRA


Antes de perseguir como un desbocado a Rimbaud y Verlaine, yo había leído dos versos de este último en la enciclopedia que dormía en el salón de casa donde cada volumen, nerviosos, esperaba con ansiedad que el término de búsqueda comenzará por esa letra que guardaba como un tesoro. Arañé el volumen que contenía la letra N y busqué: Normandía; y allí estaba Paul Verlaine:


Les sanglots longs / des violons / de l'automne...

(Los largos sollozos de los violines del otoño...)


El 1 de junio de 1944, la BBC en su emisión de radio lanza al aire esos versos para que la resistencia en Francia comience con sus actos de sabotaje y de preparación del encuentro con los salvadores para apoyar su desembarco y asalto paracaidista.


Cuatro días más tarde alrededor de las 21:15 horas la BBC vuelve a radiar un mensaje con un verso de Paul Verlaine, Día D-1:


Blessent mon coeur/

d´une langueur /

monotone.

(Hieren mi corazón con monótona languidez)


Parece ser que el locutor pronunció bercent que significa balancear y no blessent que significa herir. Ello se achaca a dos razones; la primera, a que ese error fuera parte del lenguaje cifrado; y, la segunda, más pragmática, a que fuera un error del locutor, por esa manía británica de hablar solo inglés. Este último motivo no me dirán que no es mucho más poético.


Me sorprendió sobre manera que unos generales de los Ejércitos aliados eligieran los versos de un poeta simbolista francés. La verdad es que me hubiera sorprendido que hubiesen elegido los versos de cualquier poeta, porque no les hacía yo muy dados a la versificación (ese trabajo es más de tenientes coroneles como T.E. Lawrence mientras escribe sus Siete pilares de la sabiduría o Patrick Leigh Fermor, más dado a la hermosa literatura de viajes); pero de sorpresas está llena la Historia militar. Me alegré por ello.

Y me alegré mucho más porque eligieron al poeta denostado por la sociedad de la época, Verlaine, el sátiro. Y yo, que seguía desde siempre a Cernuda y había leído Birds in the Night, imaginé en esa noche del 5 de junio de 1944 a Rimbaud y Verlaine juntos riendo en no sé qué cielo o parnaso de poetas por esa victoria final. Como cuando aquellos señores de levita, que tanto odiaban, inauguraron una placa en su casa de Candem Town donde vivieron en Londres esos poetas del abandono y el símbolo:


El gobierno francés, ¿o fue el gobierno inglés?, puso una lápida / En esa casa de 8, Great College Street, Camden Town, Londres, / Adonde en una habitación Rimbaud y Verlaine, rara pareja, / Vivieron, bebieron, trabajaron, fornicaron, / Durante algunas breves semanas tormentosas. / Al acto inaugural asistieron sin duda embajador y alcalde, / Todos aquellos que fueran enemigos de Verlaine y Rimbaud cuando vivían.


El tiempo me dio más posibilidades de adivinar dentro de la Historia de la Literatura otros generales de ejércitos, que vivieron confrontaciones infinitas, pero que se llenaron de esa magia inmortal, llenas de Humanidades y Literatura; que no hay otra forma de ser inmortal.



Cuenta Patrick Leigh Fermor, cuando lideraba el comando que capturó en Creta en 1944 al general alemán Heinrich Kreipe, comandante de la isla, que durante un amanecer el general, mientras veía salir con mil colores de vida el sol por el Egeo en el monte Ida con nieves perpetuas, comenzó a recitar en latín los versos «Vides ut alta stet nive candidum / Soracte nec iam sustineant onus / silvae laborantes geluque» que son los primeros versos de la oda (I,9) de Horacio.


Patrick, a quien todo el mundo llamaba “Paddy” le escucha sorprendido y como había leído a Horacio como un loco recita las siguientes estrofas del mismo «flumina constiterìnt acuto / Dissolve frigus ligna super foco». Dos enemigos unidos por el Latín. No hay otra lengua que una más ni sea más cercana, ni más universal por mucho que nos empeñemos. Nada como declamar juntos ante la imagen del monte Ida nevado los versos de Horacio: «Mira cómo resplandece de nieve la alta cima del Soracte/ y los bosques, agobiados por la escarcha,/ apenas resisten su peso y los ríos detienen su curso/ encadenados por el hielo penetrante». El general Keipe se extrañó, pero luego identificó un pasado grecolatino común en la escuela y solo pudo decirle a Patrick: «¡vaya, comandante!».


Preguntado Patrick Leigh Fermor en los comienzos de este siglo por esta anécdota y refiriéndose a la guerra de Iraq que tenía lugar en ese momento, esbozó una sonrisa y adivinó que, posiblemente, esa anécdota poética, que al final es donde se encuentra la vida de verdad, sería impensable en ese comienzo del siglo XXI.

Como también perseguí mucho a los montoneros de Aldao, y en poemas conjeturales vi la muerte del doctor Francisco de Laprida cuando vencieron los bárbaros, los gauchos, a él cuya voz declaró la independencia de esas crueles provincias ahora de sangre y sudor manchado; como digo, yo, que seguí ese futuro sudamericano en las letras, puedo contar que durante las campañas argentinas el general Paz fue hecho prisionero por el general López cuando su caballo fue boleado por los montoneros, soldados del campo, gauchaje sin cultura. Estando en la celda entró el general López a quien el artillero Paz consideraba un salvaje y para que pudiera pasar su cautiverio menos doloroso le entregó un ejemplar de La Guerra de las Galias de César para asombro del general Paz ¡en latín!.


Creo que esos tiempos no volverán; pero aun así yo siempre llevo conmigo un ejemplar de las Tristia de Ovidio, por supuesto, en Latín; no sea que algún día tome prisionero a algún general y éste ande esperando en su celda como un desbocado un libro en Latín para pasar sus horas.

Él comenzará recitando:


Iamque quiescebant uoces hominumque canumque, / Lunaque nocturnos alta regebat equos. /

(Ya callaban los hombres y los aullidos de los perros / y la luna regía en el cielo sus nocturnos caballos)


Y yo continuaré, para su extrañeza con los versos:

Hanc ego suspiciens et ab hac Capitolia cernens, / quae nostro frustra iuncta fuere Lari /


(Yo, levantando hacia ella la mirada, y viendo a su luz el Capitolio que en vano estaba junto a nuestro hogar)


Y los dos pensaremos que esos tiempos, en los que el mundo estuvo unido por el Latín, siguen vivos.











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