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PARA QUE TODOS SUPIERAN CÓMO AMAR EN CASO DE NAUFRAGIO, POR ESO LEÍ A CRISTINA PERI ROSSI


Sabiendo que en el amor todo es cuestión de distancias, que si te acercas demasiado me excito y me asusto, pero si estás lejos me entristezco, me desvelo y escribo poemas; decidí dejar de escribir poemas por mi poca destreza para los versos y ponerme a leerlos como un loco; sobre todo en aquellos momentos que yo sabía que poco quedaba para que empezase a pasear febril por las habitaciones sin nada que me saciara. Como solo en los poemas está el alma, como solo en los poemas está el aire que respiramos, pensé que solo en los versos estaría mi solución y mi problema, antes de que empezara a rugir el espasmo.


Aunque todos lo crean, nadie es valiente ante la belleza, aunque lo sea en su corazón. Yo ya lo sabía porque con Rilke aprendí que la belleza es el comienzo de lo terrible, justo lo que podemos soportar; pero aun así invoco a ese terrible ángel como mortífero pájaro del alma.


Y escribe Cristina y copio yo:

Silencio. Cuando ella abre sus piernas que todo el mundo se calle. Que nadie murmure ni me venga con cuentos ni poesías ni historias de catástrofes ni cataclismos, que no hay enjambre mejor que sus cabellos ni abertura mayor que la de sus piernas ni bóveda que yo avizore con más respeto ni selva tan fragante como su púbis ni torres y catedrales más seguras. Silencio. Orad: ella ha abierto sus piernas. Todo el mundo arrodillado.

Así que he vivido mucho tiempo arrodillado; y así sigo orando cuando ella abre sus piernas; mientras espero y dilato en el tiempo la escritura del Manual del marinero para que todos sepan cómo amar en caso de naufragio:


Un manual del marinero, para que todos supieran cómo amarte, en caso de naufragio, para que todos supieran cómo navegar en caso de maniobras y por si acaso hacer señales llamar con la o que es roja y amarilla llamarte con la i que tiene un círculo negro como un pozo llamarte desde el rectángulo azul de la ese suplicarte con el rombo de la efe o los triángulos de la zeta, tan ardientes como el follaje de tu pubis. Llamarte con la i hacer señales alzar la mano izquierda con la bandera de la ele, subir ambos brazos para dibujar -en el relente nocturno- las dulzuras lúgubres de la u.


Así estoy yo como un alma errante, harta de naufragios en un corazón moderno como el tuyo, eternamente insatisfecho de placeres y belleza, febril y desnudo sin que nada me sacie. Como un poeta que ve como la belleza se desnuda en el sofá, escondida con gestos antiguos, mientras sabe que a lo lejos rugirá el espasmo que se paseó febril por las habitaciones oscuras. Yo estoy sentado en el escritorio leyendo los versos de Cristina que me hace saber que no conoce el arte de la navegación quien no ha bogado en el vientre de una mujer, remado en ella, naufragado y sobrevivido en una de sus playas.


Como sé que mi destino es igual al vagar de un camello ciego como cuentan los árabes, seguiré andando, vagando y leyendo tus versos hasta averiguar cuál es ese destino que seguro que olerá a salitre de concha marina.



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